martes, 24 de marzo de 2009

TRABAJO DECENTE Y VIDA DIGNA

Tras años estériles y devastadores de neoliberalismo, en Colombia y América Latina nos hemos venido quitando la venda de la ortodoxia fundamentalista y sus alucinantes delirios. Delirios de mercados perfectos, Estados mínimos y superación de la pobreza por el efecto de las gotas de riqueza que se derraman de la copa de las personas privilegiadas, directamente beneficiadas por estos Estados hiperactivos para favorecer el enriquecimiento privado y pasivos para redistribuir la riqueza y para crear empleos decentes.
Y claro, este modelo de sangre, sudor y lágrimas, como le ha denominado Amartya Sen, ha afectado en exceso a la población que ha ido llegando al mundo del trabajo en estas décadas neoliberales. Años en los que todo se diseñó para el crecimiento económico a ultranza y millones de personas fueron expulsadas de sus trabajos a las calles; años en los que millones han tenido trabajos flexibles, desprotegidos, mal pagos y por lo general encubriendo nuevas y fraudulentas maneras de evadir los derechos y garantías en las relaciones laborales.
Al fundamentalismo del neoliberalismo económico se le sumó la amoralidad política. Sin dudarlo, las profecías de la divinidad del mercado, imp1usieron su fe a través de diferentes estrategias que han ido desde golpes de Estado, reformas legales pagadas en dólares, corrupción y compra de la administración de justicia, de la represión sin freno a quienes han protestado, la entrega por sumas irrisorias de los patrimonios públicos en todo el continente, y finalmente el arrinconamiento y el desconocimiento del movimiento sindical.